Enseñar el amor y no el estrés. Entrevista a nuestra nueva profesora de violín Anyango Yarbo-Davenport

Enseñar el amor y no el estrés. Entrevista a nuestra nueva profesora de violín Anyango Yarbo-Davenport

Nuestra nueva profesora de violín Anyango Yarbo-Davenport es una intérprete premiada múltiples veces (Theodore Presser Scholar Award, International Competition for Romantic Music, IBLA World Competition Italy, entre muchos otros), doctora por la Eastman School of Music de Nueva York, parte del Bogotá Piano Trio y directora y solista de la orquesta Colour of Music Festival Virtuosi.

A través de la docencia quiere transmitir su convicción de que la escuela debe enseñar humanidad y pasión por la música en lugar de prácticas que legitimen la presión y el estrés.

 

 

¿Cómo llega a Colombia?

Yo nací y crecí en Alemania. Estudié en Alemania, Austria, Francia, Estados Unidos, Canadá y Finlandia, pero nunca nada me había traído a Latinoamérica. Hace años estaba pensando qué hacer después de mi doctorado, dónde empezar la carrera universitaria como profesora y tenía una oferta en Estados Unidos y una en Colombia. Entonces, vine a Colombia dos semanas para conocer Bogotá, conocer a los estudiantes de la Javeriana, la universidad que me estaba haciendo la oferta. Fue muy chévere y me gustó tanto, fue algo nuevo que nunca había hecho. Como no tenía ninguna responsabilidad que me obligara a quedarme en Estados Unidos, dije: “Me voy a Colombia”. Amo este país, es espectacular. Los estudiantes son tan talentosos, supermotivados, superjuiciosos y tienen una pasión interna por la música. Con esto es suficiente para trabajar, entonces me quedo aquí y me emocioné mucho cuando Los Andes me invitó a enseñar en diciembre de 2020.

 

 

¿En qué ensambles participa hoy en día?

¿Qué estilos le gusta interpretar?

¡Todos! Mi entrenamiento fue clásico, todo lo tradicional hasta música contemporánea clásica, pero también era solista con big bands con trompeta. Me gusta también grabar scores de cine; a veces tengo que improvisar en diferentes estilos y me encanta. Yo creo que el músico de verdad, o el verdadero técnico de su instrumento, sale cuando uno está libre de los estilos y puede reproducir cualquier tipo de sonido que le guste y que le guste al público.

En este momento estoy trabajando una pieza de John Psathas, un compositor de Nueva Zelanda de ascendencia griega que trabaja con los ritmos indígenas de Grecia y también con las técnicas extendidas del violín; crea sonidos que parecen cantados. La pieza que estoy montando me gusta mucho, se llama Gyftiko, que indica algo como “toca como un gitano”.

¿Cuáles son sus prioridades al enseñar violín?

A mí siempre me interesa que los estudiantes ensayen de la misma manera que estudian. La mayoría del tiempo, los estudiantes no están con un profesor, están estudiando solos, entonces ahí pasa lo bueno y pasa lo malo. Lo que pienso es en enseñar al estudiante cómo estudiar correctamente para que no se formen “mañas” o daños al cuerpo que le impidan tocar después. Para mí es muy importante que el estudiante sepa cómo escuchar su cuerpo para no sobrecargarlo.

Por otro lado, este trabajo es duro, exige mucho, toca con mucha disciplina, nunca va a parar, uno siempre está aprendiendo y por eso cuesta mucho. Así nada más, el estrés ya es muy alto, entonces hay que dejar de contribuir a ese estrés. Me gusta enseñar que se pueden disfrutar algunos puntos de estrés como un escenario o un examen, pero teniendo en cuenta que se está haciendo lo que se ama, eso es lo más importante.

 

 

¿Cómo ha sido la experiencia de enseñar durante la pandemia?

Ha sido muy interesante. Yo creo que me ha servido mucho lo que aprendí antes de llegar a la enseñanza para entender exactamente cómo funciona el cuerpo y poder ver a través de la cámara si hay errores, alguna inclinación del cuerpo que al futuro puede causar un daño. Ha sido un gran ajuste, pero al final, yo lo veo superútil.

Además, por lo menos en Bogotá, para los estudiantes es muy duro evadir los trancones y tener que levantarse a las 5 de la mañana para llegar a la universidad a las 8. Yo vi en algunos un gran cambio, son más eficientes porque pueden dormir, que es muy importante, pero además, no están tan estresados, tienen suficiente tiempo para estudiar y para estudiar bien concentrados, no cansados y agotados. Al comienzo a los estudiantes les costaba un poquito, pero después de unos dos meses, veo el beneficio de tener la virtualidad. Están avanzando muy muy bien.

¿Cómo puede describir las emociones que le genera el violín, su relación con él?

Yo crecí tocando violín y piano en el mismo nivel de intensidad, pero en segundo año de mi pregrado tomé la decisión de enfocarme en el violín.

El violín tiene el beneficio de que siempre es tuyo, es tu voz, lo puedes llevar contigo […] Es como una voz que nunca cambia, es mía.

¿Qué planes tiene para el futuro?

Me gustaría estar más tiempo en Colombia. Me encanta. Yo vivo aquí hace 6 años, aunque no consecutivos porque normalmente me toca viajar, pero en el último año [de cuarentenas] conocí Bogotá mucho mejor porque no pude viajar.

Me gustaría ampliar mi cátedra, tener más estudiantes, quiero contribuir con egresados bien formados en lo técnico, en lo musical y en lo humano. Ese es mi plan de los próximos 10 años: formar egresados que se conviertan en buenos maestros de las próximas generaciones y que, tal vez, mejoren el aspecto de la música clásica que, a veces puede ser muy serio y muy tenso, de alto estrés y ese estrés viene desde los docentes. Entonces, espero que salgan estudiantes con una actitud de compartir el amor a su instrumento, no tanto el estrés.